04 septiembre, 2011

Los escenarios de mi novela: 6. La calle Elvira.


En 1.935 mis abuelos abrieron una lechería en la calle Elvira. Fue al poco tiempo de casarse. José madrugaba para recorrer con su yegua los pueblos vecinos y recoger la leche. María atendía el establecimiento y, con su habitual afán por la limpieza, tenía las cántaras siempre resplandecientes. El negocio, que debió coincidir con su embarazo y los primeros meses de vida de mi madre, no duró demasiado tiempo. Al estallido de la guerra, apenas un año después, habían fijado su residencia en Jayena. Desconozco los motivos del traslado, pero la espiral de violencia que se desató por el centro de la ciudad, durante los meses previos al conflicto, invitaba probablemente a una mudanza.


Puerta Elvira

La calle Elvira era la calle más larga y más importante de la Granada musulmana. En aquella época era conocida como la Zanaqat Ilbira. El origen de su nombre hay que buscarlo en su orientación a Madinat Ilvira, la primitiva corá o capital, situada en las cercanías del pueblo de Atarfe, que cedería su lugar en el siglo XI a la Alcazaba Qadima del Albaicín, que fue el primer núcleo de la Granada actual. De ella partía una intrincada red de callejuelas que la conectaban con el resto de la medina. Su recorrido se iniciaba en la Puerta de Elvira, la principal vía de acceso a la población, donde aún se conserva el magnífico arco nazarí, y alcanzaba la ribera del río Darro. Hasta la inauguración de la Gran Vía en 1.892, la calle Elvira fue la arteria más importante de Granada y donde se centraba buena parte de su actividad comercial. A partir de ese momento inició una lenta decadencia que la ha llevado a su situación actual, convertida en una vía de bares, puestos de comida rápida y botellón. El probable lugar donde estaba la lechería lo ocupa hoy un Donner Kebab

Gran Vía a principios s. XX

Hace una semana visité la calle de noche. Lo hice de forma apresurada debido a mi marcha de la ciudad a la mañana siguiente. Fuimos a la heladería de Los Italianos (cría fama y échate a dormir) de la cercana Gran Vía y decidí acercarme. Allí sigue la Puerta de Elvira, imperturbable al ruido que llega de los bares,  de los coches que, pese a su estrechez, la siguen transitando. Es una de las zonas que más me gustan del Granada, aunque la noche no sea el mejor momento para conocerla.


Trataba de imaginar el local pequeño donde instalaron el modesto negocio, la vivienda sencilla que ocuparon en el piso superior, el brillo de las cántaras, el olor a limpieza del local. Me preguntaba cómo sería allí la vida, en los meses previos a la guerra, para una pareja de recién casados con una hija pequeña. Tenían toda una vida por delante y quizás no imaginaban las desgracias que les esperaban sólo unos meses más tarde. Durante la guerra,  en aquella calle se encontraba un burdel al que acudían los falangistas y los miembros de las escuadras negras, después de haber cometido sus asesinatos. Algunos llegaban con la camisa llena de sangre y los brazos cubiertos de relojes.

Plaza Nueva en 1905

Allí, al pie del Albaicín, junto a Plaza Nueva, tan cerca de la Carrera del Darro, de la cuesta de Gómerez por la que antes se accedía a la Alhambra, entre helados, terrazas, bares y el ruido de la gente, yo imaginaba el bullicio de sus tiendas, de la lechería, de las personas que la transitaban para comprar, pero también los gritos, las risas estruendosas, crueles de aquellos asesinos. Y de los versos de Lorca…


Calle Elvira

Granada, calle de Elvira, 
donde viven las manolas, 
las que se van a la Alhambra, 
las tres y las cuatro solas. 
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra, 
un corselete escocés 
con cintas hasta la cola. 


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