18 julio, 2013

San Pedro de Abanto III. 25 de Marzo. Inicio de la batalla

A las cuatro de la mañana del 25 de marzo, día de la Encarnación, más de veinticinco mil hombres, distribuidos en cuarenta y dos batallones, estaban dispuestos para comenzar la batalla. Para ello contaban con la ayuda de una cincuentena de cañones de diverso calibre situados en las colinas que tenían a su espalda. 

Cuartel general durante la acción del 25 de marzo - Batería de Monte Janeo.
Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición del día 25 de marzo de 1874.
Dos horas más tarde, todas las baterías republicanas abrieron fuego “con estrépito horroroso” y las tropas comenzaron a avanzar. El Primer Cuerpo, al mando del Teniente General López de Letona, debía hacerlo por el centro, mientras el Segundo Cuerpo, comandado por el Mariscal de Campo Fernando Primo de Ribera y Sobremonte, lo haría por el flanco derecho, donde el avance era mucho más difícil, ya que debían conquistar las alturas de las montañas. Por eso contaban con 16 Batallones que representaban más de la mitad del ejército republicano y uno de ellos era el de Zamora donde estaba mi tatarabuelo Antonio López. Formaba parte del 1º División que debía esperar emboscada a que la 2ª División y la Brigada de Vanguardia, comandadas en persona por Primo de Ribera, ocuparan las trincheras sobre el ferrocarril para iniciar su avance.
Combate de Somorrostro. 25 de Marzo de 1874. 
Cuerpo de Estado Mayor del Ejército. Publicado por el Depósito de la Guerra
Las tropas de Primo de Rivera cruzaron el puente de Somorrostro y comenzaron a avanzar protegidos por el fuego de la batería situada en Las Arenillas. La respuesta del enemigo no se hizo esperar: “Los carlistas rompieron el fuego, hostilizando a nuestras tropas, que con heroico arrojo hicieron retirar a los carlistas a sus primitivas posiciones, que hablan abandonado momentos antes. Los soldados, a pecho descubierto, subían por aquellas pendientes y perseguían a los carlistas.”

25 de marzo: campamento de las dos baterías Plasencia (Artillería de Montaña, 1er Regimiento) en la carretera de Somorrostro.  Dibujos de M. Ferdinandus, basados en el boceto de M. Dick.
Los carlistas, que no iban sobrados de munición, tenían la orden de disparar solo cuando el enemigo estuviera a unos 50 metros. Tras una primera descarga los republicanos continuaron avanzando y soportaron una segunda, pero el primer parapeto enemigo lo defendía un batallón inexperto de soldados guipuzcoanos que ofrecieron poca resistencia y abandonaron sus defensas. Fue entonces cuando la División a la que pertenecía Antonio comenzó a avanzar desde la carretera de Valmaseda por unas pendientes que faldeaban la sierra siguiendo los desmontes del ferrocarril minero. A las tres de la tarde, después de atravesar una campa de pastores, tomaron el caserío de Cortes.

Mariscal Serrano y su Estado Mayor pendientes de las operaciones de la batería de cuatro piezas Krupp.
Dibujos de M. Ferdinandus, basados en el boceto de M. Dick
Lo que sucedió lo relataba unas semanas más tarde, en su edición del 8 de abril, la revista La Ilustración española y Americana: “A las doce, la batalla seguía empeñada seriamente en el centro: la artillería continuaba batiendo con acierto las posiciones inmediatas á Abanto; las tropas avanzaban lentamente, pero con pasos seguros; las carlistas defendían con tenacidad sus trincheras, y si cesaba el fuego en algunas, que eran tomadas por nuestros soldados, de otras más arrojaban en seguida una lluvia espesa de balas.”

El tomo II de los Anales de la Guerra Civil (España desde 1868 a 1876) de Nicolás María Serrano nos describe el avance de los soldados liberales: “La lucha fue entonces verdaderamente horrible. A pecho descubierto todos, sin vacilar ni un solo instante, y envueltos por una nube de balas, veíanse avanzar, primero unos 50 soldados, después 100, luego 300 ó más, que sin cesar hacían un fuego certero sobre las cabezas de los carlistas, único blanco que era posible distinguir. Nuestros bravos cazadores caían en tierra á docenas á cada descarga del enemigo, pero avanzaban. Sucédese un momento de terrible silencio. La trinchera ha enmudecido y se notan muchos reflejos de arma blanca. Era que 30 ó 40 cazadores habían llegado á la trinchera é intentaban abrirse paso con sus bayonetas.”

A las cuatro de la tarde, los soldados de Primo de Rivera tomaron las trincheras situadas a la mitad del monte Galdames y alcanzaron el pico del Cuervo, pero se vieron frenados por varios batallones navarros y el Mariscal desvió sus tropas a través de un valle para intentar atacarles por el costado. El error dejó sin cobertura a la División de Antonio y no pudieron seguir ascendiendo a través de una estrecha y empinada vereda que estaba desprotegida. Ante la lluvia de disparos que les venía desde las cimas tuvieron que improvisar un parapeto con los cuerpos de centenares de cuerpos de ovejas y borregos. 

En el Historial del Regimiento se recoge lo sucedido: “Después de porfiada lucha y sensibles pérdidas se tomaron las primeras casas, donde fue preciso detenerse a pesar del buen espíritu de la tropa, porque la meseta del monte era inexpugnable. Este contratiempo surgido por el desconocimiento del terreno en los encargados de dirigir las tropas, el haber estado el Regimiento todo el día 25 y la mitad del 26 sin racionar y bajo el fuego enemigo que lo hacía a mansalva desde una posición inabordable, hubiera destruido la moral de otra tropa menos disciplinada, pero ni un solo soldado abandonó su puesto y todos dieron pruebas de poseer en alto grado el valor de la resignación, que es el más difícil de conseguir en las razas meridionales”
Convoy de heridos en el desfiladero de los Picos de Las Cortes. 
Dibujo de L. Urgelles para El Estandarte Real
El mismo Primo de Rivera reconoce su error cuando, por medio de un su ayudante, dice al General Serrano “Fracasado el objetivo de la operación, disponga V. E. de estas tropas como tenga por conveniente.” De nada sirvió ya la orden del general en jefe para que extremara su ataque, puesto que con su inacción había permitido a los carlistas trazar una nueva línea de defensa en el pico de Cortes. El error sería clave en el desarrollo posterior de la batalla, puesto que los carlistas cubrieron su flanco izquierdo desprotegido y obligaron a los liberales a enfrentarse por el centro con el avispero infranqueable que representaba San Pedro de Abanto.

Podemos saber cómo acabaron las acciones que aquel día en el relato de las crónicas: “Eran las seis de la tarde cuando el fuego fue debilitándose poco a poco, y en cerrando la noche, apenas resonaban algunos disparos en uno y otro campo. El cuartel general se trasladó a la orilla derecha del rio de Somorrostro.”

Batería Krupp enfrente del jardín del Marques de Villarías.
Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición 15 de marzo de 1874
Aunque no se habían alcanzado los objetivos, las tropas liberales consiguieron avanzar gracias al apoyo de la artillería, como nos cuenta La Guerra Civil en España de 1872 a 1876: “Las operaciones se habían llevado a feliz término con bastante precisión, demostrando siempre los  soldados y jefes la mayor decisión, y valor en el combate. El buen éxito de la jornada se debió .en gran parte á la artillería, que siguió sus fuegos durante la tarde, mandando sus granadas con excelente puntería y era de esperar un buen desenlace, si en los días siguientes continuaba con el mismo acierto.”

Mientras, en el resto del país se esperaban con ansia las novedades sobre lo que estaba sucediendo, como podemos leer en el relato que hizo la revista La Ilustración Española y Americana en la siguiente edición a los hechos, publicada apenas unos días después: el 30 de Marzo: “Estas noticias, comunicadas al público por los periódicos de la noche, despertaron en alto grado el interés, y tuvieron a gran expectación al público. En las calles, en los cafés, en los teatros, en los círculos políticos, en todas partes los sucesos anunciados fueron el tema exclusivo de las conversaciones y la única preocupación de los espíritus.”

Desde el Cuartel General, situado esa noche a la derecha de la ría, llegó la orden general que resumía lo sucedido durante la jornada. “Soldados. La jornada de hoy ha sido ruda, pero honrosa para vosotros, por consiguiente para la patria; os doy gracias en nombre del gobierno y en el mío, y estad seguros de que vuestro valor y vuestros sacrificios serán recompensados como lo merecen. Los generales que mandan la tropa conservarán las posiciones conquistadas y se establecerán en ellas sólidamente para continuar el ataque al amanecer de mañana, para lo cual tendrán cuantos cuidados crean oportunos. La tropa recibirá ración de vino en sus posiciones.”

Estoy seguro de que el vino no pudo calmar las emociones que Antonio había sufrido en su primer día de batalla. Esa noche pernoctó en el pueblo de Las Cortes.

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