22 marzo, 2018

Seis lugares imprescindibles en Praga


CAFÉ SLAVIA

Me fascina la elegancia de los cafés de Praga, su carta de pasteles irresistibles, servidos por impecables camareros de pantalones negros, camisas blancas y mandiles, la rica decoración modernista del Café de la Casa Municipal, las formas geométricas del Gran Café Orient -el único de estilo cubista del mundo-, la historia del Café Louvre, frecuentado por Kafka, Rilke o Einstein… pero, de entre todos ellos, ninguno tiene el encanto del más antiguo: el Slavia.

Situado en el cruce de la calle Národní con el muelle Smetana, sus enormes ventanales ofrecen una panorámica inigualable del río Moldava discurriendo bajo el Puente de las Legiones, del barrio de Malá Strana y del Castillo. Ninguno puede presumir de su ambiente cultural. La cercanía del Teatro Nacional hizo que entre sus clientes se encontrasen los grandes compositores nacionales Dvorák y Smetana. En él buscó inspiración el único escritor checo galardonado con el Nobel de Literatura: el poeta Jaroslav Seifert, al que le gustaba tomar café con absenta. El cuadro Bebedor de Absenta pintado por Viktor Oliva destaca entre la decoración Art Noveau, las clásicas sillas Thonet, las mesas de madera oscura y las paredes de mármol verde. Y durante la época comunista fue el punto de encuentro de la disidencia, encabezada por el dramaturgo y futuro presidente Vaclav Havel.



CAFÉ SLAVIA. Smetanovo nábřeží 1012. https://www.cafeslavia.cz/en/

CAFÉ LOUVRE. Národni 22, Nove Mesto.

GRAND CAFÉ ORIENT: Ovocny 19, Staré Mesto.

CAFÉ DE LA CASA MUNICIPALI (OBECNI DUM) Namesti Republiky

PIVOVARSKÝ DUM

Cuando pruebas las deliciosas cervezas checas entiendes por qué este país es el mayor consumidor de esta bebida del mundo. En Praga hay centenares de cervecerías, algunas con siglos de tradición que son visitadas por los turistas, pero la Pivovarský Dum, frecuentada todavía por un público local, acaba de cumplir veinte años de historia. A pesar de ello, esta pequeña fábrica de cerveza sirve en su restaurante auténticas delicias de elaboración propia, sin filtrar y sin pasteurizar, cervezas de alta fermentación hechas de maltas de cebada y trigo con aromas. Probamos las de banana y la de ortigas y fueron las que más nos gustaron en nuestra visita a la ciudad.

El ambiente parece sacado de la Primera República con sus paredes de madera oscura, del mismo color que las mesas y las sillas, las lámparas de diseño Art Noveau y los alambiques dorados. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana a la izquierda de la entrada y con nuestras cervezas disfrutamos de sendos platos de cerdo o ternera asados con salsa de crema, acompañados de sauerkraut,  (la col fermentada que llamamos chucrut) y los Bohemian Dumplings, las láminas cortadas de bolas de masa de pan o de patata que siempre sirven de acompañamiento en la ciudad.



Ječná 15, 120 44 Nové Město. http://www.pivovarskydum.com
  
NASE MASO

No muy lejos del Barrio Judío podemos encontrar esta pequeña carnicería donde se puede saborear sus productos en la media docena de mesas con taburetes donde se agolpa el personal. Naše maso significa nuestra carne en checo y se preparan auténticas delicias a base de carnes de granjas seleccionados del país. Su hamburguesa es probablemente una de las mejores que he comido nunca y el bocadillo de pastrami o las salchichas están riquísimos. Desde las cristaleras que dan a la calle se ve un local casi siempre repleto donde sus carnes y embutidos parecen aparecen ordenados en perfecto orden de revista.



Naše maso. Dlouhá 39. https://nasemaso.ambi.cz

MONASTERIO STRAHOV

Situado en una colina sobre la ciudad, incluso a mayor altura que el famoso Castillo, merece la pena subir por la larga cuesta que lleva al Monasterio Strahov por 3 motivos: el primero de ellos es porque al final de la ascensión el mirador ofrece una hermosa panorámica de Praga; el segundo es que este monasterio de la orden mostense, fundado a comienzos del siglo XII, que sobrevivió a las luchas husitas, a la invasión de los suecos durante la Guerra de los 30 años, a las dos Guerras Mundiales y a la época comunista, alberga una de las bibliotecas más bellas del mundo, con más de 200.000 obras, incluyendo más de 3000 manuscritos y 1500 incunables; el tercer motivo se descubre en las mesas de su propia fábrica de cervezas, la de San Norberto. Nosotros probamos una IPA deliciosa y una tostada con sabores ahumados simplemente espectacular.



Strahovské nádvoří 1/132. https://www.strahovskyklaster.cz/

La Iglesia de San Cirilo y San Metodio


La Iglesia de San Cirilo y San Metodio es una de las pocas del rito ortodoxo de la ciudad de Praga. El templo barroco de la  calle Resslova tiene un interior modesto de sobria decoración, pero el interés se encuentra en la cripta, donde sucedió uno de los hechos más relevantes de la 2ª Guerra Mundial. Allí se refugiaron los paracaidistas checoslovacos Josef Gabčík y Jan Kubiš que, en el marco de la Operación Antropoide, habían conseguido atentar contra Reinhard Heydrich, uno de los más siniestros líderes del nazismo.

Heydrich, conocido como el carnicero de Praga, había sido jefe de la Gestapo y era el hombre que gobernada con crueldad el Protectorado de Bohemia y Moravia, anexionado al Tercer Reich. El 27 de mayo de 1942 Gabčík y Kubiš, que llevaban meses preparando su atentado, consiguieron lanzar una granada contra el Mercedes descapotable en el que hacia su ruta diaria el odiado nazi. Aunque pensaron que habían fracasado, su objetivo murió días más tarde por la septicemia provocada por la infección de las heridas. Le venganza de Hitler fue cruel. Ordenó destruir hasta los cimientos dos pueblos cercanos a Praga donde creían, de forma equivocada, que habían preparado el atentado. Ante la cruel represión desatada, uno de los compañeros de los paracaidistas los traicionó, rebelando su escondite: la iglesia de San Cirilio y San Metodio.

En la madrugada del 18 de junio de 1942 ochocientos efectivos de las SS sitiaron allí a Josef Gabčík y Jan Kubiš, junto con otros cinco compañeros de la resistencia. Tras siete horas de disparos y granadas, los alemanes trataron de inundar la cripta pasando mangueras que arrojaban tres mil litros de agua por minuto a través de un pequeño hueco de la calle Resslova, donde hoy las velas y flores de convierten en un homenaje. Los sitiados lograron cortar las mangueras y finalmente los miembros de la SS se vieron obligados a entrar en la cripta.


Kubis falleció por la hemorragia que le había producido la esquirla de una granada. Sus seis compañeros resistieron hasta que, al quedarse sin munición, decidieron suicidarse. Es imposible pasear en la actualidad por la cripta sin emocionarse. Los bustos de los héroes, las ofrendas anónimas, el pequeño memorial que mantiene viva una historia que hemos conocido a través de diversas novelas y películas, hacen que la visita a esta pequeña iglesia sea una visita obligada.

EL PUENTE DE CARLOS

El Puente de Carlos es el monumento más famoso de Praga y comunica la Ciudad Vieja (Staré Město) con la Ciudad Pequeña (Malá Strana). Es el puente más antiguo de los que cruzan el río Moldava y tuvo en su día 4 carriles destinados al paso de carruajes. Está decorado por 30 estatuas situadas a ambos lados del mismo, la mayor parte de las cuales son de estilo barroco.



La primera que se añadió fue la de San Juan Nepomuceno. Un arzobispo que fue tirado al río por el rey y que siglos después fue santificado. En el lugar donde se cometió el crimen hay una cruz con cinco estrellas. La leyenda dice que colocar los dedos de una mano sobre cada una de ellas concede los deseos. El roce de los turistas mantiene al menos las estrellas siempre brillantes.



07 marzo, 2018

El fotógrafo de Mauthausen


En 1936, cuando estalló la Guerra Civil, Franscico Boix era un muchacho de 16 años al que su padre, un sastre del barrio barcelonés del Poble Sec, había contagiado su pasión por la fotografía. Dos años más tarde, ya afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas, marchó como voluntario a la 30ª División, que luchaba en el frente de la provincia de Lérida con la misión de retener el avance del ejército franquista en una guerra que ya estaba perdida.

El arma de Francisco era la cámara fotográfica. Con ella retrató la guerra cotidiana, las horas aburridas de espera en la retaguardia, la ropa tendida al sol, un soldado que escribe una carta sentado sobre la tierra mientras apoya el papel en una banqueta,  otro que lee con interés un libro en el descanso de la trinchera; otros que alimentan un fuego sobre el que hierve una olla, un grupo de personas sentadas en corro despanochando maíz, parejas con la mirada perdida que bailan abrazadas muy juntas sin saber qué les deparará el futuro…

En sus fotografías también podemos ver un tanque que se adentra en el cauce de un río, los camilleros que caminan agachados por un campo yermo mientras salvan a un herido, oficiales paseando por las calles de un pueblo bombardeado, soldados que desfilan con una marcialidad mal aprendida, impropia de militares y que delata que quizás solo se trate de panaderos, oficinistas o albañiles; el funeral de un comisario político caído en combate y, sobre todo, decenas de soldados y oficiales que miran a la cámara con una sonrisa inexplicable en sus circunstancias, con ese idealismo de juventud con el que marcharon a combatir al fascismo.

Con la derrota llegó la obligada huida a Francia. Boix pasó por el campo de refugiados de Vernet y luego por el llamado “Campo de Judas” de Setpfonds, donde las condiciones de reclusión para los combatientes republicanos eran inhumanas. Guardó centenares de negativos en una caja de madera y dos de latón. Al parecer las vendió a un ferroviario de Perpignan. El rastro de esas fotos estuvo perdido durante décadas.

En Septiembre de 1939 se encuadró, junto a muchos de sus compañeros, en la 28ª Compañía de trabajadores extranjeros que formaba parte del 5ª Ejército francés. Su misión era realizar trabajos de defensa en la línea Maginot que debía frenar el avance del ejército alemán. En la noche del 21 de julio de 1940 fue apresado por los nazis en la región de Los Vosgos y trasladado primero al campo de Mulhouse y finalmente al campo de exterminio de Mauthausen en Austria.

Allí trabajó en el Erkennungsdienst, el servicio de identificación para el que debía tomar fotografías de los presos. Él mismo aparece en un retrato con su número: el 5185. Por sus manos pasaron también miles de fotografías que atestiguan el horror que se vivía en las instalaciones. Cuando se produjo el avance aliado se dieron órdenes de destruir las pruebas. Francisco Boix se encargó entonces de guardar centenares de negativos que iban a contar al mundo las atrocidades que se produjeron en los campos de exterminio.



Los escondió en las molduras de las puertas para que el servicio de carpinteros, formado por comunistas, pudiera sacarlas del recinto con la ayuda de un grupo de hombres muy jóvenes, algunos casi niños, hijos de los combatientes republicanos que trabajaban en condiciones menos duras para una empresa familiar que explotaba el granito de las canteras de la zona. La empresa, que aún existe, se llama Poschacher. Los miembros del llamado Comando Poschacher se encargaron de ir sacando los negativos del campo para dárselos a la señora Pointer, una valiente mujer de ideas izquierdistas a la que habían conocido. Ella las escondió en un muro de su casa.



Cuando los soldados americanos liberaron Mathausen, Boix acompañado por sus jóvenes amigos acudió a la casa de la señora Pointer, donde empezó a positivar las primeras fotografías. Meses más tarde se convertirían en pruebas fundamentales para condenar a los jerarcas  nazis en el Juicio de Nuremberg. Francisco Boix fue el único español que participó en el mismo para aportar sus pruebas y señalar a los asesinos. Su salud, que había sobrevivido a dos guerras y a los campos de exterminio, solo aguantó unos años más. Murió a la edad de 30 años y fue enterrado en una modesta tumba de un cementerio parisino.

En 1993 se intentó subastar por internet los negativos de unas fotografías de la Guerra Civil que habían permanecido ocultos en tres cajas. La Comisión por la Dignidad consiguió adquirirlos gracias a la contribución de micro mecenazgo de decenas de personas. Tras el análisis de los investigadores pudo determinarse su autoría.

En el año 2015 el pleno del Congreso aprobó por unanimidad realizar un homenaje a los españoles que fueron deportados a los campos nazis. A pesar de ello, el Gobierno de Rajoy, que no desaprovecha ni una sola oportunidad de demostrar que es el heredero del franquismo, ha olvidado el mandato.

El 16 de junio de 2017 Francico Boix fue enterrado con todos los honores en el Cementerio Pére Lachaise, donde reposan los restos de las mayores celebridades de Francia como Molière, Delacroix, Chopin, Balzac, Proust o también importantes personalidades de la Guerra Civil como Negrín o Gerda Taro. La alcaldesa socialista de Paris, la gaditana Anne Hidalgo, una de las personas que más ha hecho por recuperar la memoria de los exiliados en el país vecino, presidió el acto. El féretro iba envuelto en la bandera tricolor republicana. Mariano Rajoy, que estaba ese día en París, no tuvo ni siquiera unos minutos para acudir y su gobierno no mandó ninguna delegación oficial.

Un centenar de las fotos que Francisco Boix tomó durante la Guerra Civil estarán expuestas hasta el 19 de marzo en el Centre Cívic Pati Llimona de Barcelona. Entre ellas vemos al propio Francisco fingir cómo dispara una ametralladora o con la mirada perdida mientras sostiene la mejor arma que sabía disparar: su cámara Leica.


Algunas de las fotos pueden verse en:

Hay varios documentales magníficos sobre Francisco Boix:
Un fotógrafo en el infierno www.youtube.com/watch?v=-04d60l0-EU

Las dos guerras del fotógrafo Boix.

El cine español, siempre tan miope con las magníficas historias de los personajes de nuestro país, ha puesto esta vez su mirada en la vida de Boix. En los próximos meses se estrenará la película El fotógrafo de Mauthausen.


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